Publicamos hoy el artículo que Piti Hurtado le dedica a nuestra querida familia del restaurante "Los Candiles":
LOS CANDILES QUE ALUMBRAN
(Piti Hurtado, Diario Hoy 27/09/2011)
No puedo ser mínimamente objetivo, en sus salones pasé grandes momentos con mis amigos, recibíamos jóvenes los años nuevos, allí me besó por primera vez la mujer de mi vida, allí bauticé por lo gastronómico a mi primer hijo, allí me sentí feliz cada vez que fui.
Al calor de sus calderos y al cariño de los Caldera, este lugar, agazapado de la Plaza, lleva décadas acogiendo como si de tu casa se tratara, a familias como ejércitos, a maestros de la vieja guardia que declamaban en latín la cuenta, a taurinos con ganas de gresca dialéctica o a jugadores tejanos de baloncesto que pasaban por la cocina llamando «mami» a la cocinera.
Una casa de comidas a la antigua usanza, los dueños trabajan abajo y viven en el piso de arriba. O mejor dicho, viven en el restaurante y duermen arriba. Un lugar donde no se para buscando lo superfluo, sino lo esencial, sales de allí repleto el estómago, repleto el corazón.
Ángel, siempre en la barra, siempre cercano. Su momento llega el domingo, aferrado a su carnet eterno, se sienta en el pequeño estadio esperando a que su Cacereño le brinde una buena tarde. Da igual en qué división.
Carmina, en la cocina, siempre sonriendo, siempre trabajando. Que mejor herencia para hijos y nietos que su mirada azul y que mejor descanso de cocinar para extraños que cocinar para Berta, con mucho amor.
Criaron hijos responsables, ayudan a criar los hijos de sus hijos con la misma receta ¿Existe un mayor triunfo en esta vida?
Ojalá el Domingo de Resurrección, día que ellos se han marcado para cerrar definitivamente el Restaurante 'Los Candiles', alguien con visión de futuro y respeto al pasado, recoja el testigo del mejor arroz con bogavante de la ciudad.
Al calor de sus calderos y al cariño de los Caldera, este lugar, agazapado de la Plaza, lleva décadas acogiendo como si de tu casa se tratara, a familias como ejércitos, a maestros de la vieja guardia que declamaban en latín la cuenta, a taurinos con ganas de gresca dialéctica o a jugadores tejanos de baloncesto que pasaban por la cocina llamando «mami» a la cocinera.
Una casa de comidas a la antigua usanza, los dueños trabajan abajo y viven en el piso de arriba. O mejor dicho, viven en el restaurante y duermen arriba. Un lugar donde no se para buscando lo superfluo, sino lo esencial, sales de allí repleto el estómago, repleto el corazón.
Ángel, siempre en la barra, siempre cercano. Su momento llega el domingo, aferrado a su carnet eterno, se sienta en el pequeño estadio esperando a que su Cacereño le brinde una buena tarde. Da igual en qué división.
Carmina, en la cocina, siempre sonriendo, siempre trabajando. Que mejor herencia para hijos y nietos que su mirada azul y que mejor descanso de cocinar para extraños que cocinar para Berta, con mucho amor.
Criaron hijos responsables, ayudan a criar los hijos de sus hijos con la misma receta ¿Existe un mayor triunfo en esta vida?
Ojalá el Domingo de Resurrección, día que ellos se han marcado para cerrar definitivamente el Restaurante 'Los Candiles', alguien con visión de futuro y respeto al pasado, recoja el testigo del mejor arroz con bogavante de la ciudad.
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